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La canastilla del bebé. Consejos de una madre en apuros. Por Flor Enjuto.

CANASTILLAS PARA EL BEBÉ

Una de las cosas más curiosas de cuando una se hace madre o está en proceso de serlo, es que la gente que la rodea y que ya se ha iniciado antes que ella en esto de la maternidad se deshacen en consejos que al parecer son de importancia vital y que te descubren como si fuera el tercer milagro de Fátima o el paradero del santo Grial y lo que es peor, el resto de madres expertas presentes asienten como si te estuvieran revelando un axioma bien conocido por todo el clan de las madres en el que tú, obviamente, todavía no estás.

Así, que para familiarizar a madres novatas que aún no saben lo que es sobrevivir dos años con cuatro horas de sueño al día –y no seguidas- voy a explicar detenidamente mi experiencia vital con cada uno de los productos de una canastilla, que es lo primero primerísimo que ha de tener un bebé a su llegada a casa, bueno, eso sin contar con la cuna, la minicuna, el carrito y dos millones de muebles más, que van invadiendo tu casa como un batallón de alienígenas okupas.

1.- El biberón. Da igual que quieras darle el pecho o litro y medio de leche condensada, la cuestión es que tienes que tener un biberón en tu vida. Que luego llega tu madre o tu suegra y entran en bucle de locura porque no le das agua al niño y da igual que te lo dijera cada pediatra con el que has hecho contacto visual, las madres de eso no entienden y para ellas negarle el agua o la manzanilla o el suero de la posguerra es como un parricidio. Y al final claudicas. ¿Cómo no vas a claudicar si no duermes desde 1997?

2.- El chupete. Yo personalmente, soy fan muy fan del chupete y a no ser que se le pongan los dientes como a Felipe el amigo de Mafalda, déjale disfrutar de él hasta la mili. Que llora, chupete. Que está penoso, chupete. Que quiere dormir, chupete. Que no se calla, chupete. Y así siempre. Dios bendiga al chupete.

3.- Champús, geles, pañales y toallitas. Siempre de los buenos. Quien diga que no se nota, miente. Se nota y mucho. Y más para esos culillos de carpeta tan pequeñines y delicados que defecan como mirlos.

4.- El sacamocos. Sí, yo también dije ‘esto no lo uso ni aunque me apunten con una metralleta soviética’, que esto de sorber los mocos de tu vástago por un tubo de plástico está para mí al mismo nivel que refregar la cara por el pañal usado. Luego vienen los resfriados y ves a la criatura que no puede respirar, llegan las endorfinas y al final, sorbes. Lo que haga falta. Aunque sea dando arcadas.

5.- La esponja natural. Es agradable y gustosa y sólo podrás usarla hasta que el niño deje de ser una ameba y espabile y se la acabe comiendo a bocados. Aprovecha.

6.- Cremas variadas. Son una maravilla y si es tu primer bebé igual tienes tiempo de hacerle hasta los masajitos que te enseñan en clases preparto. A los míos que eran propensos a la violencia callejera, los tenía que secar rauda y veloz porque aquello de masajear con el niño berreabdo como que no. Pero conozco a gente que lo hacía. O eso dice. Si no, siempre puedes echárselas a traición en un descuido.

7.- El termómetro para el baño.Que sí, que yo también puse cara de acelga y dije aquello de ¿pero tú te crees que soy idiota y no sé cuándo está el agua caliente? Pues no lo sabía. Bueno, cuando lo dije sí lo sabía pero luego me hice madre y se me olvidó. O tenía tanto miedo de escalfar a la criatura como un tomate o matarlo de hipotermia como Leonardo de Caprio, que al final tenía que tirar de termómetro. Mano de santo para tu tranquilidad. Pon un termómetro en tu vida.